-32. Atravesando el invierno

Alguno se preguntará qué es el «-32» del título de esta publicación. Es una especie de juego de coincidencias, de contrastes e incluso de contradicciones. Confuso, ¿no? De eso se trata. De la confusión, la incertidumbre y lo difuso de las emociones que experimenté durante parte de mi viaje desde que dejé Argentina en abril de 2019.

«-32. Atravesando el invierno» es el título que elegí para mi fotolibro en el que relato en imágenes lo vivido entre noviembre de 2019 y febrero de 2020, viajando desde Alemania hasta Rusia, pasando por Austria, Chequia y Polonia.

Al salir de mi país, llevaba conmigo una mochila de 55 litros y un gran entusiasmo por lo que me había animado a hacer; un cambio en mi estilo de vida, dejando atrás la estabilidad para aventurarme en un viaje en el que fui en busca de concretar mis sueños.

La fotografía me acompaña desde que nací, ya que mi padre, Aldo Frongia, es reportero gráfico hace más de 45 años. Sin embargo, fue en 2011, a mis 24 años, cuando empecé a «sentir» internamente la motivación por este arte. Desde entonces, mi interés fue en aumento, y entre tanta lectura, estudios y viajes, me di cuenta que esta era una de mis pasiones, a la cual quería dedicarle mucho más tiempo. En 2015, al regresar de un viaje fotográfico que hice por mi cuenta a Europa, sonó en mi cabeza: «Tengo que irme de acá y viajar para disfrutar más de la fotografía». Fue en 2018 que esta idea cobró fuerza, y en enero de 2019 lancé la moneda al aire cuando compré mi pasaje de ida a Barcelona; el sueño empezaba a hacerse realidad. Pero no todo es tan lindo.

¿Qué hay en el libro?

Una historia de 64 páginas y una serie de más de 70 fotografías tomadas en diferentes lugares, en las cuales se refleja no sólo la belleza de los paisajes, o los contrastes de las ciudades, sino principalmente el estado anímico en el que me encontraba en cada momento. Fotos de larga exposición como manera de exteriorizar mi sensación de movimiento constante, o paisajes desolados como expresión de la sensación de vacío. Todo está librado a la interpretación de cada espectador.

Los lugares que visité.

Este tramo de mi aventura inició en Ulm, Alemania, (ciudad donde nació Albert Einstein) a mediados de noviembre de 2019. Estuve viviendo en Lauterbach, un pequeño pueblo alemán entre Mertingen y Weitingen, en la región de Bavaria, más o menos cerca de Augsburgo, y a una hora y media de Munich. Desde allí visité Füssen (un pueblo en la frontera entre Alemania y Austria), Salszburgo y Viena. Dejé tierras germanas el 30 de diciembre, combinando trenes con el Bayern Ticket que me permitieron llegar hasta Cheb, una de las ciudades checas limítrofes hasta donde se puede llegar con dicho boleto, y desde allí otro tren hasta Praga. Fue un viaje de casi todo un día, pero por muy poco dinero. Y viajar en tren por allí es una linda y tranquila experiencia.

En la capital checa estuve 5 días, donde pasé año nuevo en uno de mis peores momentos. Una gran confusión y tristeza me invadía en muchos aspectos. Desde allí tomé un bus hasta la bella ciudad de Breslavia, Polonia, donde estuve tan sólo 3 días, para luego viajar en tren a la hermosa Cracovia.

Luego, nuevamente en tren para llegar a la ciudad capital de Polonia, Varsovia. En aquel trayecto conversé con un señor, polaco, que estaba viajando por trabajo. El intercambio fue muy interesante y enriquecedor, ya que quedaban expuestas las diferentes formas de estar viviendo la vida. La suya, tradicional, típica, de la estabilidad, el trabajo y el deber ser. La otra, la que yo había elegido; viajar, conocer. Ninguna está bien ni mal. Creo que son etapas de cada uno, motivaciones diferentes y procesos evolutivos distintos. Como expreso en el libro, lo que viví aquellos 3 meses fueron de los más intensos en mis últimos años. ¿Quién podría decir que eso es «bueno» (o «malo»)?

Volviendo al viaje, la última ciudad de Polonia que visité fue Gdansk, que tiene uno de los principales puertos del país con salida al mar Báltico.

Abandoné Polonia en bus con destino a Kaliningrado. Una porción de tierra «anexa» al territorio principal de Rusia. Estuve sólo un día en esta ciudad, ya que fue el nexo para volar a Moscú de manera más económica, ya que es un vuelo interno.

En la capital de Rusia estuve 15 días durante los cuales estuve trabajando por intercambio en un hostel; organización de eventos, preparar comida para los huéspedes y fotografía de interiores. Una experiencia muy divertida, que finalizó el día 31 de enero, cuando emprendí mi viaje hacia Ekaterimburgo en el tren transiberiano. En el siguiente enlace pueden ver más detalles de esta aventura transiberiana.

El objetivo principal de este viaje a Rusia era ir al lago Baikal, plena Siberia. ¿El motivo? El festejo de 50 años del padre de mi gran compañera de vida. Así surgió todo, como cuento al principio de esta publicación o aquí.

Allí, el paisaje en febrero es casi desolador, inhóspito, infinito. Las temperaturas rondan los 25 grados bajo cero como norma. Es por esto que todo el lago permanece congelado con una gruesa capa de hielo, de hasta 1 metro y medio de espesor.

Foto del último día en el lago Baikal

La experiencia vivida allí es de esas que uno nunca olvida. El contexto, el frío, los paisajes, el proceso interno…

Plena Siberia. Ahí me encontraba. Hasta allí me habían llevado mis sueños.

Tras haber pasado aquellos 8 días entre Irkutsk, Listvianka y la isla Olijón, emprendí el regreso a Ekaterimburgo en avión, donde estuve tan sólo 2 días para después realizar mi segundo tramo en el tren transiberiano hasta la ciudad de Kazán, capital de Tartaristán, un de las 22 repúblicas que componen Rusia. Este trayecto en tren fue más corto, de unas 16 horas, y realizado durante el día.

En esta ciudad, que reúne 3 religiones principales conviviendo en armonía (católicos, musulmanes y judíos), estuve 5 días, tras los cuales realicé mi último viaje en tren (de unas 20 horas) hasta San Petersburgo, la ciudad más europea de Rusia. Aquí estuve los últimos 10 días de febrero, y es donde termina la historia que relato en este fotolibro.


Pueden ver una versión digital (aunque distinta) del libro en este enlace.


Evaluando la calidad del libro

He plasmado materialmente este foto libro con la empresa Saal Digital, con quienes ya había hecho otro el año pasado y quedé asombrado por el resultado. Para ser concreto desde el comienzo, la calidad del producto es excepcional. En este caso elegí la gama profesional, ya que quería darle un toque acorde a lo que cuento con esta serie de imágenes de mi viaje.

El formato para presentar este relato fue el de 30x21cm, con tapa de metacrilato, y con una superficie símil madera gris pizarra. También quería darle una sensación más «premium» o profesional al libro, para lo cual la elección del tipo de papel es fundamental. Basándome en los análisis y sugerencias del blog de Pablo Solano, a quien no conozco más que por haber llegado a su publicación a través del buscador, terminé optando por la impresión digital mate. Y la verdad, he quedado completamente satisfecho. Sin embargo, siento que los tonos negros han quedado un poco empastados, pero esto puede deberse a varios factores, como por ejemplo no contar con un monitor perfectamente calibrado, o no haber utilizado el perfil de color adecuado provisto por Saal. Y este es un tema importante que vale la pena resaltar por dos motivos; 1) el hecho de que Saal ofrezca los perfiles de color (ICC) me parece imprescindible y esto es algo que valoro mucho. Aquí pueden encontrar las instrucciones para utilizarlos correctamente. 2) Cuando se busca un producto de calidad profesional, es súper importante utilizar los perfiles de color correctos, de manera de hacer coincidir la expectativa con la realidad. Para más información, haz clic aquí.

Continuando con el análisis de la calidad del libro, hay muchos aspectos a destacar. La tapa de metacrilato hace que el producto tenga una presencia destacada. Básicamente, es un cuadro montado en la tapa. Si bien es cierto que me gusta mucho cómo queda, puede resultar un poco voluminoso. Pero está bien así. No se puede pretender algo diferente, y esto va en cuestión de gustos y elecciones.

La calidad de las hojas es espectacular. Tienen un gramaje (peso en gramos) de  aproximadamente 280 g/m² que da una sensación muy profesional al tacto.

Otro aspecto importante es que el libro puede abrirse en 180º, lo cual permite que se pueda poner imágenes a doble página sin que el pliegue central resulte molesto.

El acabo de la cubierta también es de alta calidad. Otro aspecto que suma a la sensación de profesionalidad de un producto como este.

Creo que el único aspecto que menos me convenció fue el pegado de las hojas en el interior de la tapa y de la contratapa. Imagino que esto puede mejorarse, pero la verdad es que así como está, es excelente.

Bueno, ahora el tema importante. El precio. Claramente, al optar por un producto de esta calidad, uno espera (y sabe, aunque no quiera), que el costo es elevado. Este libro, de 64 páginas, salió 119,89€. Así que ya saben.

En resumen, aquí pongo los datos generales de la impresión de este fotolibro.

FormatoTapaSuperficie cubiertaPáginasPapelPrecio
30x21cmMetacrilatoSímil madera gris pizarra64Impresión digital mate119,89€

A continuación pueden ver algunas fotos de cómo quedó el libro.


¿Cómo compaginar el libro?

Saal ofrece su propio programa para realizar la maquetación del libro, con 3 opciones: Plantilla en blanco (permite hacer la maquetación a gusto); álbum en un minuto (se eligen las fotos, las dispone en orden aleatorio, sin respetar las relaciones de aspecto y el programa arma todo solo); maquetación automática (es un mix entre ambas opciones).

Lo que no me gusta del programa es que las plantillas disponibles son acotadas y no es muy intuitivo utilizarlas. Sin embargo, hay bastante flexibilidad para hacer una buena maquetación.

Para finalizar, también hay tutoriales que explican cómo utilizar el programa y hacer una maquetación de tu libro para que quede perfecto.


¿Qué es un perfil de color?

Esencialmente, la utilización de un perfil de color ICC (International Color Consortium) es la manera de hacer coincidir lo que se ve en el monitor con lo que sale impreso en el libro. Para ser más exactos, un perfil de color ICC hace que haya correspondencia de intensidades de color entre diferentes dispositivos.


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